La identidad de Edward Cullen en las novelas de Stephenie Meyer, así como una numerosa cantidad de elementos que constituyen la trama de sus relatos, me trajeron a la memoria algunas cuestiones de la historia de la literatura que me han apasionado y que quizá expliquen la fascinación que ejercen estas novelas sobre mí y sobre tantos lectores.
En tiempos en que estudiaba Letras, una y otra vez elegí el Romanticismo para preparar exámenes de diferentes materias: Literatura Española e Historia del Arte, por ejemplo. Y deteniéndome a analizar brevemente la saga, empecé a establecer relaciones entre nuestras amadas historias, y los rasgos que caracterizaron al movimiento artístico nacido en Alemania y que se extendió por numerosos países europeos y americanos a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, e incluso posteriormente.
No es extraño que hayamos encontrado también coincidencias entre los poemas de Bécquer y los sentimientos de nuestros personajes, ya que este autor puede considerarse un representante del Romanticismo tardío que se da en la segunda parte del siglo.
Ahora bien, si nos ponemos a analizar ciertas particularidades de Edward, vemos que responde a la perfección a las cualidades del héroe romántico. Mezcla de vulnerabilidad y fortaleza, atormentado, melancólico, antisocial (por obvias razones), obligado a convivir aislado e incomprendido por quienes le rodean. Es maravilloso comparar su actitud con la del personaje de Lord Byron de Las peregrinaciones de Childe Harold: “Y, ¿qué desgracia es ésa? No lo preguntes; tenme lástima; dígnate no interrogarme sobre ello: continúa sonriente y no te empeñes en descorrer el velo que oculta mi corazón, en el que hallarías un infierno.”
Por todos estos motivos no deja de asombrarse cuando Bella no se espanta y no huye despavorida ante lo que él considera su maldición de ser un monstruo, tal y como ella expresa en Crepúsculo: “Aún sigues esperando que salga huyendo […], gritando espantada, ¿verdad?”, y más adelante en Eclipse: “Tú no... —sus ojos dorados reflejaron una confusión similar a la mía—. ¿No me tienes miedo? /—¿A ti? ¿Por qué...?”
Tentado por Bella a raíz de la devastadora atracción que siente por su sangre, debe luchar denodadamente para no dejarse llevar por esa tentación, lo que se vincula con dos cuestiones más: la preocupación por la definición de la propia identidad y la dualidad o los dos polos de maldad y bondad entre los que se debate la naturaleza humana romántica. Lo que no sólo se observa en los protagonistas masculinos sino en los personajes femeninos del siglo XIX. En este caso, Bella oscila entre esos dos extremos sin saberlo, la identidad de la “mujer perversa” que puede arrastrar al hombre a su destrucción (“¡Eres mi perdición, te juro que lo eres!”) y la de “mujer angelical” que lo hace virtuoso, y será esta la que terminará prevaleciendo.
“Cerró los ojos mientras su nariz se deslizaba por la piel de mi mano, y sonrió dulcemente sin abrirlos. Como alguna vez había comentado, disfrutando del aroma, pero sin probar el vino.
Sabía que el olor de mi sangre, más dulce para él que el de ninguna otra persona, era realmente como si se le ofreciese vino en vez de agua a un alcohólico, y le causaba un dolor real por la sed ardiente que le provocaba; pero eso no parecía arredrarle ahora, como sí había ocurrido al principio.”
Lo sobrenatural -otro tema romántico- se verá encarnado tanto por el personaje de Edward como por su familia, ya que su naturaleza vampírica, inexplicable, misteriosa y a la vez estrechamente vinculada a la muerte -temática reiterada de esta corriente artística- protagoniza toda la historia, a lo cual se suman las leyendas quileutes y sus seres legendarios: los lobos de La Push.
Y a todo lo comentado, se suma el hecho de que en la historia lo primordial es el amor -¡qué duda cabe!-, sin duda la particularidad más poderosa del Romanticismo, la cual es una fuerza avasallante que todo lo domina; y que es capaz de destruir a quienes sufren por su causa o elevar a las más altas cumbres de la ensoñación y la felicidad. No es inocente que Meyer atribuya a los Cullen la sospecha de que Bella quiso atentar contra su vida en la ocasión en que se arroja al mar en Luna Nueva, o el hecho de que Edward diga expresamente: “Bella, yo no puedo vivir en un mundo donde tú no existas.” Y en otro momento: “Sobrevivir. Al menos, tú lo intentaste. Te levantabas por las mañanas, procurabas llevar una vida normal por el bien de Charlie, y seguiste tu camino. Yo era un completo inútil cuando no estaba rastreando. No podía estar cerca de mi familia ni de nadie más. Me avergüenza admitir que me acurrucaba y dejaba que el sufrimiento se apoderara de mí —esbozó una sonrisa turbada—.”
Por otra parte, aunque no es una característica de Edward exactamente, sino que se relaciona con Bella que es la narradora, la naturaleza -otro de los tópicos románticos- no es sólo un paisaje que enmarca los hechos sino un protagonista más de la historia, y se confabula, se hace cómplice de los personajes para aliarse con su estado de ánimo, con sus sentimientos. Interesante es ver la evolución de esta relación ya que Bella empieza odiando Forks cuando va a vivir allí, resignada a perder el sol de Phoenix, sus colores cálidos y su calor. E increíblemente cuando vuelve allí en una circunstancia terrible y angustiosa, extraña el cobijo del verde y húmedo pueblecito del estado de Washington: “Corrí de nuevo, jadeando, con el rostro empapado de sudor. El sol me quemaba la piel; brillaba tanto que su intenso reflejo sobre el cemento blanco me cegaba. Me sentía peligrosamente vulnerable. Añoré la protección de los verdes bosques de Forks, de mi casa, con una intensidad que jamás hubiera imaginado.”
Sin duda este análisis no pretende ser exhaustivo ni muy técnico, pero me resultó apasionante reunir mi amor por este período literario y mi amor por las novelas de Stephenie.
Dejo para un próximo artículo cómo el Romanticismo se vincula a las lecturas de Bella y cómo el vampiro fue un personaje fantástico que algunos autores románticos recrearon.
4 comentarios:
Lady Gaby: me ha encantado. Tu blog cuenta historias maravillosas, y ésta no es la excepción. Me ha encantado. Gracias por estar querida amiga, añoro tu crítica. ¿Serás demasiado tirana...?
Gracias, gentil Caballero.
Me inspiré... y allá dejé brotar la imaginación y mis pasiones...
Lady Gabriela
Hola Gaby!
Completamente de acuerdo, Edward es el típico (no por ello menos especial) protagonista de una novela romántica clásica, lo único que cambia es la época y algunas circunstancias.
Muy bonita entrada,
Un besazo!
Gracias, Lisa, quizá por eso nos gusta tanto lo novela y el personaje, apuntan a nuestro corazón jeje
Besos
Gaby
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