jueves, 17 de septiembre de 2009

Las palabras que podría decir Bella en la poesía de Alfonsina Storni

En otras entradas he presentado poemas de autores como Gustavo Adolfo Bécquer o William Shakespeare que podrían tranquilamente ser palabras de nuestro amado Edward, de nuestro buen Jake o de la torpe y enamoradísima Bella.
Indagando en el mundo maravilloso de la poesía dí de bruces contra un librito de la escritora argentina Alfonsina Storni, publicado con el título Poemas de amor, pero lo insólito es que los mismos son brevísimos textos escritos en prosa, de una sensibilidad extrema, un romanticismo sublime y una dulzura inmensa.

Me encantaron, y hallé varios de ellos que pueden ser palabras textuales de Bella, por eso quiero compartirlos con ustedes.


¿Qué duda cabe de que el lenguaje de la poesía expresa universalmente nuestro sentir enamorado?



-BELLA ENAMORADA-

III
Esta madrugada, mientras reposaba, has pasado por mi casa. Con el paso lento y el aliento corto, para no despertarme, te deslizaste a la vera de mi balcón. Yo dormía, pero te vi en sueños pasar silencioso: estabas muy pálido y tus ojos me miraban tristemente, como la última vez que te vi. Cuando desperté nubes blancas corrían detrás de ti para alcanzarte.

IX
Te amo profundamente y no quiero besarte. Me basta con verte cerca, perseguir las curvas que al moverse trazan tus manos, adormecerme en las transparencias de tus ojos, escuchar tu voz, verte caminar, recoger tus frases.

XII
He pasado la tarde soñándote. Levanto los ojos y miro las paredes que me rodean, como adormilada. Los fijo en cualquier punto y vuelven a transcurrir las horas sin que me mueva. Por fuera anda gente, suenan voces... Pero todo eso me parece distante, apartado de mí, como si ocurriera fuera del mundo que habito.

XXVIII
Parece por momentos que mi cuarto estuviera poblado de espíritus, pues en la oscuridad oigo suspiros misteriosos y alientos distintos que cambian de posición a cada instante. ¿Los has mandado tú? ¿Eres tú mismo que te multiplicas invisible a mi alrededor?

XXXIII
Te amo porque no te pareces a nadie. Porque eres orgulloso como yo. Y porque antes de amarme me ofendiste.

XXXVI
Susurro, lento susurro de hojas de mi patio al atardecer. ¿Por qué me enloquecéis susurrándome su nombre? Él no vendrá hoy. Piensa en mí, pero no vendrá hoy.

XLVIII
Abandono la ciudad y me voy al bosque que está a su lado, con la esperanza de encontrarte. Sé que es un absurdo. Pero durante todo el camino me repito cuanto he de decirte, aun segura de que no habré de hallarte.

LVI
Tenías miedo de mi carne mortal y en ella buscabas el alma inmortal. Para encontrarla, a palabras duras, me abrías grandes heridas. Entonces te inclinabas sobre ellas y aspirabas, terrible, el olor de mi sangre.



-BELLA ABANDONADA-

LX
He vuelto sola al paseo solitario por donde anduvimos una tarde cuando ya oscurecía. He buscado, inútilmente, a la luz de una luna descolorida, sobre la tierra húmeda, el rastro de nuestros pasos vacilantes.

LXI
A media noche, envuelta en paños oscuros para no ser advertida, rondé tu casa. Iba y venía. Tus persianas, tus puertas, cerradas... Como el ladrón, en puntillas, me acerqué, una, dos, tres veces, a tocar las paredes que te protegían.

LXV
¿Cuánto tiempo hace ya que te has ido? No lo recuerdo casi. Los días bajan, unos tras otros, a acostarse en su tumba desconocida sin que los sienta. Duermo.

LXVII
No volverás. Todo mi ser te llama, pero no volverás. Si volvieras, todo mi ser que te llama, te rechazaría. De tu ser mortal extraigo, ahora, ya distantes, el fantasma aeriforme que mira con tus ojos y acaricia con tus manos, pero que no te pertenece. Es mío, totalmente mío. Me encierro con él en mi cuarto y cuando nadie, ni yo misma, oye, y cuando nadie, ni yo misma, ve, y cuando nadie, ni yo misma, lo sabe, tomo el fantasma entre mis brazos y con el antiguo modo de péndulo, largo, grave y solemne, mezo el vacío...


-BELLA RECUPERA A EDWARD-

XLIX
Pienso si lo que estoy viviendo no es un sueño. Pienso si no me despertaré dentro de un instante. Pienso si no seré arrojada a la vida como antes de quererte. Pienso si no me obligarás a vagar de nuevo, de alma en alma, sin encontrarte.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Por si se habían olvidado los motivos por los que vale la pena releer una y otra vez las novelas de Stephenie...


“[…]-Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquí, lo que, burdamente traducido, significa que preferiría morir antes que alejarme de ti -hice una mueca-. Soy idiota.

-Eres idiota -aceptó con una risa.

Nuestras miradas se encontraron y también me reí. Nos reímos juntos de lo absurdo y estúpido de la situación.

-Y de ese modo el león se enamoró de la oveja... -murmuró. Desvié la vista para ocultar mis ojos mientras me estremecía al oírle pronunciar la palabra.

-¡Qué oveja tan estúpida!-musité.

-¡Qué león tan morboso y masoquista! […]

Crepúsculo, Stephenie Meyer



“[…] Será como si nunca hubiese existido’”. Las palabras atravesaban mi mente, pero sin la claridad perfecta que había tenido él para decirlas. Sólo eran palabras, sin sonido, como letras impresas en una página. Sólo palabras, aunque rasgaban y mantuvieran el hueco del pecho bien abierto.

Me pregunté cuánto más podría durar esto. Quizás algún día. Dentro de unos años, si el dolor disminuía hasta el punto de ser soportable, me sentiría capaz de volver la vista atrás hacia esos pocos meses que siempre consideraría los mejores de mi vida.

Y ese día, estaba segura de que me sentiría agradecida por todo aquel tiempo que me había dado, más de lo que había pedido y más de lo que merecía.

Quizás algún día fuera capaz de verlo de ese modo…[…]”

Luna Nueva, Stephenie Meyer



“[…] Abrí la puerta de un tirón, con una precipitación ridícula, y allí estaba él, mi milagro personal.

El tiempo no había conseguido inmunizarme contra la perfección de su rostro y estaba segura de que nunca sabría valorar lo suficiente todos sus aspectos. Mis ojos se deslizaron por sus pálidos rasgos: la dureza de su mandíbula cuadrada, la suave curva de sus labios carnosos, torcidos ahora en una sonrisa, la línea recta de su nariz, el ángulo agudo de sus pómulos, la suavidad marmórea de su frente, oscurecida en parte por un mechón enredado de pelo broncíneo, mojado por la lluvia...

Dejé sus ojos para lo último, sabiendo que perdería el hilo de mis pensamientos en cuanto me sumergiera en ellos. Eran grandes, cálidos, de un líquido color dorado, enmarcados por unas espesas pestañas negras. Asomarme a sus pupilas siempre me hacía sentir de un modo especial, como si mis huesos se volvieran esponjosos. También me noté ligeramente mareada, pero quizás eso se debió a que había olvidado seguir respirando. Otra vez […]”

Eclipse, Stephenie Meyer



“[…]—Bella, ¿estás segura de haber efectuado la elección correcta? Nunca te he visto sufrir tanto... —se le quebró la voz en la última palabra.

Pero sí que había conocido una pena mayor.

Le toqué los labios.

—Sí.

—No sé... —arrugó el entrecejo—. Si te duele tanto, ¿cómo puede ser esto lo mejor para ti?

—Edward, tengo claro sin quién no puedo vivir.

—Pero...

Sacudí la cabeza.

—No lo entiendes. Puede que tú seas lo suficientemente valiente o fuerte para vivir sin mí, si eso fuera lo mejor, pero yo nunca podría hacer ese sacrificio. Tengo que estar contigo. Es la única manera en que puedo seguir viviendo.

Aún parecía poco convencido. No debería haberle dejado quedarse conmigo la noche anterior, pero le necesitaba tanto...

—Acércame ese libro, ¿quieres? —le pedí, señalando por encima de su hombro.

Frunció las cejas, confundido, pero me lo dio con rapidez.

—¿Otra vez el mismo? —preguntó.

—Sólo quería encontrar esa parte que recordaba... para ver con qué palabras lo expresa ella... —pasé las páginas deprisa, y encontré con facilidad la que buscaba. Había doblado la esquina superior, ya que eran muchas las veces que había repetido su lectura—. Cathy es un monstruo, pero hay algunas cosas en las que tiene razón —murmuré, y leí las líneas en voz queda, en buena parte para mis adentros—. «Si todo pereciera y él se salvara, yo podría seguir existiendo; y si todo lo demás permaneciera y él fuera aniquilado, el universo entero se convertiría en un desconocido totalmente extraño para mí» —asentí, otra vez para mí misma—. Comprendo a la perfección lo que ella quiere decir, y también sé sin la compañía de quién no puedo vivir. […]”

Eclipse, Stephenie Meyer




“¿Qué pinta tengo? ¿Es que parezco Mago de Oz? ¿Qué es lo que quieres, mi cabeza o mi corazón? Pues, hala, tómalos, llévate todo lo que es mío.”

Amanecer, Stephenie Meyer



“[…]Tenía unos ojos castaños, del color del chocolate con leche. Eran iguales a los de Bella.

De pronto, se calmaron los temblores que sacudían mi cuerpo. Me inundó una nueva oleada de calor, más intenso que el de antes, pero era una nueva clase de fuego, uno que no quemaba.

Un destello.

Todo se vino al traste en mi interior cuando contemplé fijamente al bebé semihumano y semivampiro con rostro de porcelana. Vi cortadas de un único y veloz tajo todas las cuerdas que me ataban a mi existencia, y con la misma facilidad que si fueran los cordeles de un manojo de globos. Todo lo que me había hecho ser como era (mi amor por la chica muerta escaleras arriba, mi amor por mi padre, mi lealtad hacia mi nueva manada, el amor hacia mis hermanos, el odio hacia mis enemigos, mi casa, mi vida, mi cuerpo, desconectado en ese instante de mí mismo), clac, clac, clac... se cortó y salió volando hacia el espacio.

Pero yo no flotaba a la deriva. Un nuevo cordel me ataba a mi posición.

Y no uno solo, sino un millón, y no eran cordeles, sino cables de acero. Sí, un millón de cables de acero me fijaban al mismísimo centro del universo.

Y podía ver perfectamente cómo el mundo entero giraba en torno a ese punto. Hasta el momento, nunca jamás había visto la simetría del cosmos, pero ahora me parecía evidente.

La gravedad de la Tierra ya no me ataba al suelo que pisaba.

Lo que ahora hacía que tuviera los pies en el suelo era la niñita que estaba en brazos de la vampira rubia.

Renesmee.

Un sonido nuevo llegó procedente del segundo piso, el único capaz de llegarme al alma en ese momento interminable.

Un golpeteo frenético, un latido alocado...

Un corazón en proceso de cambio. […]”


Amanecer, Stephenie Meyer

domingo, 6 de septiembre de 2009

Otro vampiro adolescente a la pantalla…

Chicas... no se ilusionen, NO es Edward, no es parte de una historia romántica (al menos en el primer tomo que es el que yo he leído), ni siquiera se le había pasado por la cabeza convertirse en vampiro, que sí es el deseo de su mejor amigo, pues... Darren Shan es un chico común, pero de golpe se ve metido de cabeza en una aventura terrorífica, entretenida, y sorprendente que ni se esperaba.


Aunque son 12 las novelas conocidas de este autor irlandés (Darren O'Shaughnessy) cuyo personaje se llama con el mismo nombre que utiliza él de seudónimo: Darren Shan, llega al cine la realización que han dado en llamar con una mezcla de los títulos de los dos primeros tomos de la docena: El tenebroso Cirque du freak. El asistente del vampiro.

Los siguientes títulos de las novelas son: Túneles de sangre, La montaña de los vampiros, La Ordalía de la muerte, El príncipe vampiro, Cazadores del crepúsculo, Aliados de la noche, Asesinos del alba, El lago de las almas, El señor de las sombras, Hijos del destino.

Obvio, en Argentina: inconseguibles, yo llegué a ellas a través de la red, es más, ni siquiera creo que se consigan en español todos los títulos. Buena suerte con ellos, el primero me encantó.


Cómo fue evolucionando "nuestro estilo"...

Como se me pasó sin recordarlo el inicio oficial del blog, voy a festejar el "año y tres meses"... compartiendo con ustedes un recuento visual de todos los cambios que he ido realizando en la cabecera a lo largo de este año on line.

En realidad gran parte de estas modificaciones no son mérito mío sino que puedo realizarlas gracias a la maravillosa colaboración de Iván, que ha puesto ganas y empeño diseñando los banners más bonitos que hemos lucido en Profe Crepúsculo.

Mis primeras invenciones:


Las creaciones de Iván:

¿Verdad que son bellísimos?

El amor de Bella y Edward...


[Dos y uno]

Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan y, al besarse,
forman una sola llama.


Dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan.


Dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata.


Dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y, al juntarse allá en el cielo,
forman una nube blanca.


Dos ideas que al par brotan;
dos besos que a un tiempo estallan
, dos ecos que se confunden;
eso son nuestras dos almas.


Rima XXIV, Gustavo Adolfo Bécquer


  © Blogger template 'Ultimatum' by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP